Penitente de mis horas pecadoras me arrodillé ante el solar de las auroras donde la luz no me respondía cuando pretendí no apagar las sombras viajera de praderas libres me ausento en el meditar de los silencios renovando el aliento de mi boca Levanto entonces mi vuelo mi arrollador aleteo rapaz que quiere desde arriba mirarlo todo, veo el misterio acurrucado entre secretos Se tiñe de naranja mi cielo percibo entonces el verde primavera mientras florecen los tulipanes nuevos se agiganta el estandarte de los sueños los pentagramas se entreabren cada parpadeo mientras el sol renace entre sonetos gritando con silencios un mártir denuedo tú, mírame. Aún mis alargadas alas hondean el cielo de las gotas de sal quedaron solo aromas todas las plagas en sus cuevas se perdieron sigo siendo águila...
Solo el silencio quedó...en el requiebro del viento convirtiéndose en tormenta, durmió sin prisa mi nostalgia por lo no vivido, por la ausencia desbordada del que me evoca en imperceptibles horas que a mi sueño siempre agonizan.
Tendí mi mano con el corazón puesto en el vórtice de su mirada y resbalé al abismo de sus deseos imprecisos y pendencieros. Extendí tímidamente mi sentimiento y lo derramé en los labios de su ternura sin conocer el sabor de sus besos que reclamaba con premura.
Como Bermuda misteriosa absorbió mis anhelos, mis sueños y el calor de mis entrañas que le deseaban.
Hizo hoguera con el rítmico latido de sus versos y con avasalladoras palabras arrulló mis auroras solitarias en espera de la caricia del amor que toca el alma mas allá de la piel...
Me acurruqué a la luz de la luna, contra la pared de la esperanza y luego de interminables noches de regalarle mi alma a través del brillo que se puede romper, vi el reflejo de todos sus amores derrochándose con su hábil semblanza, en la prontitud de las entregas.
Una lágrima se derramó por mi mejilla, involuntaria e inesperada. Leí la mentira de su soledad hecha un harem de cristales, de cornisas inclinadas esperando que la lluvia no las mojara...Recogí mi mano de nuevo, pero mi corazón se quedó en sus versos en sus pinturas y sus cuentos.
Puse al filo del vacío todo lo que tengo y cuando me iba a lanzar vi que me esperaban puntiagudos filamentos que sin piedad me romperían el espíritu y el cuerpo.
Desistí por mil instantes, por mil tic tac de desespero. No lo supo, pero empece a borrar los códigos escritos para esos momentos que soñé, los que podían ser un hogar perpetuo, donde iba a lanzar mis tesoros y también mis deseos.
Solo el silencio quedó...He visto sus señales porque conmigo el silencio es benévolo y me deja ver del horizonte sus reflejos. Las señales hoy se revierten, en el surco de mis gotas saladas, la miel de la paz volverá a mi alma...siglos después tal vez, tiempos en migajas, pero el dolor de herir las alas de un ángel lo sentirá quien tira de la cuerda y ve de sus flechas la velocidad a cuestas.