El ruido invade el camino, el aire, los silencios entre las sombras. Es una caida de mil caidas a la vez con su voz clara, trasparente y cristalina. Con el brillo de sus líquidas agujas en mis oidos.
Es un sonido que canta a la vez que grita y se encripta en mis cienes.
Me incorporo y temblando de frio y de miedo inicio mis pasos lentos, cautelosos. Me alejo poco a poco mientras esa música sigue en mis tímpanos desapareciendose y metiendose en el canto de los grillos, en el trinar de los insectos nocturnos y el arrullo de los albatraces acurrucados.
Es de noche, la carretera se vislumbra muy sola y yo camino. Miro hacia un horizonte y no lo consigo. Miro hacia lo profundo de la oscura niebla y no encuentro nada.
Camino y mis pasos se vuelven la música de un mismo ritmo haciendo eco en mi garganta y en mi pecho, en mi cabeza intentando pensar, recordar, mascullar alguna alegría que no hallo.
Está oscura y profunda mi mente, en un degustar de la mísera muerte pidiendole que me deje, que no se apodere de la luz mutilada de mis días. Me resisto a mantenerme y a lo lejos un haz de luces ondean la montaña...
y yo, en el camino, en una línea que se pierde aveces y me confunde.
Estoy cansada, tengo horas de caminar y no llego a nada. No me encuentro ni encuentro los ecos de mi mente, ni los cantos que tocaban melodías en mi corazón, ni la saliva de mi boca para no morir en esta sed.
Me he detenido y emulan voces los ecos en la montaña. No existí, no existo ahora, la caida es mas lenta que el regreso y dejo de volar en los sueños...
El pito de muchos carros mañaneros me ha despertado y siento el calor de esta cueva que me ha guardado, que me ha brindado sus musgos mullidos para mi delirio.
El sol con sus rayos despunta un nuevo día y mi cuerpo entumecido se levanta.
Me toco y estoy viva, sin nada por dentro pero viva, sin un abrazo calido de buenos días, sin mas que el vapor de la avenida y este latido que me vuelve, me regresa como la cinta de un viejo casette.
Soy eso, un recuerdo, mientras todos caminan, rien, hablan, deambulan, producen, se niegan, se mienten, transitan, engañan, repudian, protestan, matan y olvidan...
Son tantos odiando, peleando, carcomiendose al otro, mintiendose, alabandose sin verdades, caminando hacia adelante sin llegar, fatigandose de vivir, de esperar, de soñar que el mundo cambiará.
Hoy descanso en la maleta de algún caminante que para, que sigue, que me mira, me guarda, me suspira y me olvida. Soy la fantasía del que recita las emociones de la vida.